Tendrá unos 20 años o quiza un poco más que mi padre me enseñó a usar una cámara fotográfica. En aquel entonces había que ajustar manualmente la velocidad del disparo, la apertura del lente y desde luego la distancia al objeto. Un bonito pero complicado ceremonial si lo que se buscaba era una instantánea fresca y espontánea. Con el tiempo y la práctica era relativamente posible. Encima de todo había que esperar el revelado y la impresión para conocer el resultado... Todo era válido en mi curiosidad de niño.
Hoy todo eso resulta tan lejano. Casi cualquier persona tiene a mano una excelente cámara digital en el teléfono móvil a sólo un click de distancia.
También queda lejana la época de las reglas de cálculo, el estetoscopio imprescindible, el baumanometro aneroide y la máquina de escribir. (Yo mismo escribo ésta entrada del blog desde mi teléfono).
También parece haber quedado en el pasado el médico clínico de antaño. El sanador que con algo de serendipia, experiencia y un poco de ciencia curaba a algunos, pero aliviaba a todos con el gesto y la palabra de consuelo que era un gentil y natural límite a sus conocimientos o a sus pretensiones.
En nuestra época son otras las amenazas a nuestra especie. Patologías crónicas que avanzan conforme crece la esperanza de vida coexisten en países como el mío donde no es nada raro morir de desnutrición, parto, paludismo o cualquier enfermedad prevenible con medidas mínimas de higiene. En ésta época donde vivimos inundados de dispositivos cada vez más funcionales más rápidos y más pequeños no sería aventurado imaginar un futuro donde en una especie de chip implantable podría almacenarse nuestra información clínica antigua y reciente. Medir al instante nuestros valores de laboratorio sin una gota de sangre, conectarnos sin cables a un monitor incluso a distancia. Realizar cateterismos o bloqueos regionales asistidos por robótica. Ser capaces de colocar un dispositivo en el cerebro o en la médula que interrumpa para siempre el dolor más crónico y rebelde. ¿Seguiría siendo la medicina como la conocemos? Y lo más importante. ¿Podría ser accesible para todos en cualquier parte del mundo? ¿Podría abaratarse el coste de la medicina curativa gracias a una buena y planificada prevención? ¿Cómo sería el arquetipo del médico?
Es muy probable que ninguno de nosotros llegue a ver tales avances en el futuro de los años que nos queden. No se ustedes, pero presiento que es más fácil imaginar una cesárea hecha por laparoscopia que un futuro donde la humanidad busque ser justa y no el lucro despiadado de la técnica inútil.
Este blog nace de la inquietud de compartir lo que pasa todos los días en el entorno hospitalario, duro, emocionante, árido a veces. Bienvenido al quirófano.
martes, 13 de septiembre de 2011
Medicina 3.0
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Muy buena la entrada, tienes toda la razón. De todas formas no pierdo la esperanza, somos muchos los que creemos en la justicia social y los que anhelamos un futuro más equitativo. Gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación he descubierto a muchos que me inspiran y refuerzan. Mientras no nos descubran mutilen o cercenen podemos soñar y trabajar por un mundo mejor, que con nuestro esfuerzo, ayudado por las tecnologías, es posible.
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