Este blog nace de la inquietud de compartir lo que pasa todos los días en el entorno hospitalario, duro, emocionante, árido a veces. Bienvenido al quirófano.
sábado, 28 de junio de 2014
Insurgencia Médica
Insurgencia médica
Arturo Alcalde Justiniani
Los movimientos de protesta en nuestro país estallan de manera inesperada, suelen ser producto de añejas inconformidades que no encontraron un canal de expresión y respuesta institucional. Basta una provocación o a veces un accidente para que se inicie una reacción aparentemente desproporcionada, que sólo adquiere una cabal comprensión si se analizan las causas encubiertas más allá de las explicaciones coyunturales.
El movimiento médico de cincuenta años atrás, de noviembre de 1964 a septiembre de 1965, se inició por la omisión en el pago del aguinaldo. Rápidamente se organizaron paros, se amplió el conflicto y el pliego petitorio superó el reclamo inicial, transformándose en una exigencia relacionada con las condiciones de trabajo y con la participación en las normas que rigen esa actividad. La ausencia de respuesta y de capacidad de negociación provocaron que la inconformidad adquiriera dimensiones cada vez mayores. Como es común, el gobierno se envolvió en el principio de autoridad y echó gasolina al fuego mediante la represión.
La reciente insurgencia médica, conocida como #Yosoy17, es nuevamente la expresión de una protesta que responde a los abusos que sufren los médicos en nuestro país. Sería injusto e irresponsable afirmar que los padres de Roberto Gallardo, el joven fallecido en enero de 2010 en la ciudad de Guadalajara después de dos meses de hospitalización, carezcan de razón. Eso sólo podrán acreditarlo dictámenes objetivos y calificados que es fundamental llevar a cabo para evitar en su caso actos de negligencia. Sin embargo, lo que parece extraño en este caso es que una averiguación previa tome más de cuatro años para ser desahogada por la Procuraduría General de la República; también el número de médicos, 16, que hubieran sido encarcelados de no haber obtenido la protección constitucional a tiempo; asimismo, es difícil entender cómo se acreditó el elemento de dolo que resulta esencial en el tipo penal que se les imputa.
Lo que sí puede afirmarse, con claras evidencias, es que en las últimas décadas el servicio público de salud se ha venido degradando en nuestro país a pasos agigantados. Son incontables las historias de pacientes que deben esperar meses para ser atendidos en un quirófano, que se ven obligados a adquirir por sí mismos material médico y medicinas u optar por contratar por la vía privada los servicios de los médicos que deberían atenderlos en el hospital público. Es explicable también que muchas de las limitaciones resulten a los ojos de los pacientes imputables a los médicos o las enfermeras, porque consideran que depende de ellos el servicio que la institución les niega o les difiere.
La profesión de médico en nuestro país es sin duda producto de una vocación generosa y sacrificada. Sin embargo, vista en perspectiva desde la etapa estudiantil, transita un auténtico calvario. El primer reto que debe enfrentar es el acceso a los estudios universitarios. En la UNAM –institución que por su creciente prestigio y gratuidad se ha convertido en un deseo a veces inalcanzable para muchos aspirantes–, quienes no gozan del pase interno deben acreditar en su examen de ingreso un número de aciertos cercanos a la perfección, pero la inmensa mayoría de los estudiantes queda fuera, aun cuando se trate de jóvenes destacados; con ello el Estado incumple una obligación elemental de proveer educación superior a la población.
El segundo reto para aquellos que inician sus estudios de medicina consiste en superar las constantes exigencias que van determinando su destino. Si tan sólo de excelencia en el desempeño se tratara, serían explicables e incluso deseables estos requerimientos por la naturaleza tan delicada de la labor que desempeñan, ya que en sus manos está la salud, la integridad y la vida de seres humanos. El problema es que pareciera que esa generosa profesión suele ser acompañada de abusos innecesarios como aquellos que sufren los internos mediante guardias inhumanas de hasta 36 horas sin dormir, de ausencia de apoyos y de múltiples arbitrariedades que documentan los propios estudiantes.
Después del internado viene el servicio social; han transcurrido así seis o siete años, dependiendo de la escuela. Llega entonces el examen de especialidad, que otra vez excluye a la inmensa mayoría que considera que ésta es la única vía para tener reconocimiento profesional y una remuneración digna; posteriormente vendrá la lucha cada vez más difícil por obtener un puesto de trabajo estable.
Si recorremos el mapa médico en nuestro país, constataremos que varios de los planteamientos del movimiento #Yosoy17 tienen fundamento: exigen y reclaman con razón que se les otorguen los medios necesarios para el desempeño de su labor, lo cual redundaría en un servicio a favor de los pacientes. La inquietud es extensiva a sectores como los institutos nacionales de salud y hospitales de alta especialidad, de amplio reconocimiento y prestigio profesional. Sus reglas de trabajo, como estímulos y normas de estabilidad, suelen fijarse con criterio discrecional, lo que favorece la arbitrariedad y el descontento. De los salarios ni hablar, totalmente empobrecidos en relación con la carrera superada y la calidad y trascendencia de su labor. Por ello, muchos galenos optan por trasladarse a un país que les ofrezca mejores oportunidades o de plano dedicarse a otra actividad más rentable. Una respuesta necesaria ante esta situación es favorecer formas asociativas de carácter profesional, que permita a los médicos convertirse en constructores de las normas que rigen su labor.
La movilización médica ha superado ya los límites de un reclamo particular y ha puesto la mira en las causas de las deficiencias del servicio; como muchos otros renglones en nuestro país, generalmente relacionados con la ausencia de políticas públicas en favor de la gente; el tema es que no existe una política de salud. Casi nada.
¿Que qué podrías ser? Podrías ser el médico que lleva dentro del maletín ignoro cuántas veladas de café y anatomía, para salirle al paso a la fatiga de los latidos pálidos, producto de un corazón que incluye leucocitos en sus palpitaciones, y podrías ir sembrando en el vientre o las espaldas del enfermo preguntas para diagnosticar qué sombra está cruzando por su entraña.
Enrique González Rojo
domingo, 22 de junio de 2014
¡Ya basta!
Médicos del #Yosoy17 dicen ¡Basta!
Gustavo Leal F.*
Mientras en Oaxaca se reconocen 11 negligencias, sólo en el último año de Peña Nieto ( Reforma, 28/5/14) y en Sonora se agrega la muerte del jornalero Constantino Ortiz, después de la de José Sánchez –también jornalero– ocurrida en octubre de 2013 ( El Universal, 14/6/14), los médicos de Jalisco y del país, agrupados en #Yosoy17, dicen ¡Basta!
La Asociación Médica de Jalisco, comunica que los errores de los galenos no deben judicializarse como actos criminales, sino dirimirse y sancionarse en instancias colegidas fortalecidas. Ello, después de que 16 médicos del Hospital de Pediatría del IMSS fueron inculpados por la muerte del joven Roberto Gallardo (enero 2010) y de que un juez tercero de distrito les liberó órdenes de aprehensión. #Yosoy17 llama a manifestarse en distintas ciudades del país (el 22 de junio) para apoyarlos y denunciar sus condiciones laborales. El sindicato del IMSS les ha externado su respaldo.
Hay que defender la práctica médica: sabemos lo que representa la atención a pacientes graves. Enfrentamos problemas estructurales de falta de personal, insumos y vulnerabilidad legal, señalan. El Colegio Mexicano de Medicina Interna agrega: Los médicos se organizan ante un atropello. El juez no tiene idea de lo que califica.
Como suele hacerlo, la secretaria de Salud, Mercedes Juan, giró instrucciones para que, nuevamente, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) iniciara la indagatoria con una brigada de inspectores federales en Oaxaca: Se investiga al personal médico para resolver si es responsable de la falta de atención, indicó ( La Jornada, 18/6/13).
Según Mikel Arreola, Cofepris tiene 10 procesos abiertos en Oaxaca y son motivo de notificaciones de multa por casi 3 millones 113 mil pesos ( Reforma, 18/6/14). De las muertes en Sonora, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos asegura haber enviado visitadores adjuntos.
Frente a la inadmisible ola de negligencias, Mercedes Juan sólo ofrece una hueca comisión en el marco de su proyecto de reforma sectorial que degrada el derecho a la salud. No toma cartas sanitarias. Para ella el asunto es punitivo, penal y de multas, mientras guarda silencio frente a la principal demanda ciudadana: mejorar servicios ¡ya!
Coincidiendo con el ministro José Ramón Cossío, de la Suprema Corte, para quien en el derecho a la salud se debe pensar cómo se debe satisfacer, no en la retórica constitucional, sino en acciones concretas, para que nosotros, los juzgadores, lo entendamos y podamos saber qué podemos proteger, hasta dónde o cuáles son las condiciones reales de esa protección, Mercedes Juan quiere una reforma” que necesariamente modifique el artículo 4 constitucional.
Con esta nueva base constitucional pretende introducir en IMSS, Issste, Sedena, Semar y Pemex: 1) garantías explícitas (o paquetes básicos mínimos) que racionen las intervenciones de salud, ahora sujetas a condiciones precisas para el acceso a los servicios; 2) homologar interinstitucionalmente protocolos de atención y tarifas para aplicar esa paquetería explícita; 3) incrementar gradualmente la lista racionada de intervenciones ya como paquetes básicos explícitos; 4) crear una procuraduría que vigile y haga exigibles los paquetes mínimos explícitos. Además, asegurada su independencia respecto a todas las instituciones, esa procuraduría dispondría de la facultad de obligar a cada una de ellas a prestar los servicios o pagar en el caso de que no los puedan prestar o hacer un direccionamiento del paciente a un proveedor alterno ¿privado?, y 5) integrar una comisión nacional de salud universal con todas las instituciones –más la Secretaría de Hacienda– con el encargo de ejecutar el racionamiento a paquetes básicos mínimos así como determinar costos y tarifas interinstitucionales (portabilidad).
Pretende que la atención médica de las instituciones reduzca la responsabilidad estatal a intervenciones garantizadas de manera explícita como nuevo derecho constitucional degradado Lo que no cubra Peña deberán, ahora, cubrirlo los ciudadanos comprando seguros complementarios. El nuevo PRI pretende una universalidad no universal.
Para enfrentar la ola de negligencias que con Peña Nieto inundan al sector –y que debería ser su prioridad principal– Mercedes Juan no ofrece absolutamente nada, ni una sola palabra, en el decreto que modifica la Ley General de Salud ( Diario Oficial de la Federación, 4/6/14), que recentraliza autoritariamente, en SSA y SHCP, todos los recursos del Seguro Popular, sepultando el anhelo federalista.
Para ella, el asunto se resuelve separando el financiamiento de la prestación de los servicios: los regímenes estatales de protección social en salud garantizarán las acciones mediante el financiamiento y la coordinación eficiente, oportuna y sistemática de la prestación de los servicios de salud a la persona del Sistema de Protección Social en Salud, los cuales deberán realizar su actividad de manera independiente de la prestación de servicios de salud (artículo 77 bis 2), como si por arte de magia, la separación atacara de raíz el descontrol clínico estructural que prima en los servicios que coordina la Ssa mediante sus regímenes estatales.
Con su anémico aunque ruidoso proyecto de seguridad social universal, Peña legará, intactos, al próximo sexenio todos los grandes desafíos en materia de pensiones y salud. La bomba de tiempo está dispuesta.
¿Cuál es la responsabilidad objetiva del Estado en las negligencias y, sobre todo, en que el encuentro médico-paciente –como relación de confianza mutua– acontezca en condiciones de suficiencia? La respuesta presidencial es una reforma que degrada el derecho a la salud, mientras, como comunica #Yosoy17, médicos y pacientes enfrentan indefensión y desamparo.
*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
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jueves, 12 de junio de 2014
#YoSoy17
En este blog he hablado previamente del creciente clima de linchamiento de que es objeto el gremio médico en México. Siguiendo la tendencia que nos viene del norte es cada vez mas común que a las complicaciones médicas y/o quirúrgicas (muchas veces inherentes a la evolución natural del propio padecimiento) se les encajone como "negligencias médicas" sin serlo. Es frecuente que entre el duelo, la ignorancia y la codicia los familiares del enfermo en cuestión resulten campo fértil y una verdadera mina de oro para verdaderos vividores que en cada muerte ven actos "negligentes" y los envuelven en argucias legaloides que lamentablemente obtienen muchas veces un trato condescendiente de la autoridad judicial.
De ahi al amarillismo en los medios de comunicación, la distancia es muy poca.
Así las cosas, el criterio médico casi nunca tiene cabida en defensa de los médicos involucrados. El arbitraje médico pocas veces satisface a unos familiares sedientos no de justicia, sino de algo muy parecido a la venganza.
Prevalece la idea que el médico "tiene mucho dinero" y que por ello bien se le puede demandar por una cantidad millonaria sin hacerle mella en su integridad y en su familia; en su honor y su patrimonio. La autoridad rara vez examina si los daños (si es que realmente se comprueba fueron hechos de forma intencionada) corresponden con sanciones tan severas, y si no, ya se llevó entre las patas al gremio, o a una institución entera después de un proceso tedioso, caro y desgastante.
La "justicia" en nuestro país no se caracteriza precisamente por ser pronta y expedita. Sino por cursar por caminos y entuertos muy oscuros con intereses en juego y pruebas endebles. No es complicado obtener culpables.
En estos días ha surgido en redes sociales un movimiento parecido a #YoSoy132 (véase en este mismo blog "mis desacuerdos") hace un par de años, con el cariz peculiar que en esta ocasión #YoSoy17 o #YoSoyelmédico17 surge a raíz de 16 ordenes de aprehensión contra igual número de médicos, compañeros trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el estado de Jalisco. No voy a abundar aquí en los pormenores del caso, pero baste resumir que se les acusa de haber sido negligentes en la atención a un menor fallecido por complicaciones (entre otras) derivadas de diabetes, asma, obesidad y tuberculosis intestinal. Según se, el paciente llegó en condiciones críticas al hospital y después de salvar su vida, falleció varios días y varias intervenciones medico-quirúrgicas después.
Hasta donde yo recuerdo ni la diabetes, el asma, la obesidad y la tuberculosis son padecimientos agudos de inicio súbito. ¿Entonces? Hablamos de un menor en obvias condiciones de no poderse valerse por si mismo, bajo el cuidado de sus padres. El mismo padre que ahora reclama entre otras cosas una indemnización millonaria y la suspensión profesional de los médicos involucrados. Desde los tratantes en la unidad de cuidados intensivos hasta los directivos del hospital. Como si las penas carcelarias fueran capaces de devolver la vida a alguien. Como si uno fuera dueño de la vida y de la muerte y la medicina no fuera ciencia, sino milagros a granel...
Lo dije en este blog hace tiempo: Cualquier piedra es buena cuando se trata de atinar en un culpable, o en 16 como en este caso. La diferencia quizá estribe en que en esta ocasión el caso ha trascendido gracias al reguero de pólvora en que corre la información en internet y las redes sociales. Se ha vuelto viral en un par de días y a todo lo ancho de la geografía mexicana se han levantado voces razonablemente indignadas de médicos, estudiantes de medicina, enfermer@s y otr@s trabajadores de la salud, particularmente de la sanidad pública que no están (estamos) dispuestos a cargar con culpas en mucho, ajenas.
Me parece formidable que quienes se atienden en el sistema público de salud exijan tan sentidamente mejoras en la calidad de la atención. Todos estamos de acuerdo en ello y nos encantaría que fuera posible. Y en esto el problema tiene infinidad de aristas. Ojalá todo fuera tan fácil como abrir clínicas y hospitales a diestra y siniestra. Desde el principio, nos estamos volviendo un país que forma médicos a granel, mal preparados en universidades públicas y muy beneméritas, pero pobres. Con un presupuesto pingüe, una matrícula saturada, con mala orientación vocacional. Y en el caso de las universidades privadas, con severas falencias en la preparación académica.
Los que no, como la parasitaria clase política, pueden seguir atendiendose en la medicina privada con sus abultadas pólizas de seguro médico que pagamos entre todos. Es un mito que en ella los médicos sean mejores. Atención excelente y pésima hay en todos lados. Allá y acá.
Resulta trágico que en medio de todo esto, sean las propias instituciones oficiales de salud las que producen especialistas de dudosa calidad al margen de su propia normatividad oficial y por la que el grueso de especialistas sí fuimos obligados a pasar. Ahora basta que algún trabajador con cierta antigüedad o ayuda sindical haga un curso de "anestesia rural" o "medicina quirúrgica" para que en los hospitales rurales sea responsable de atender a quienes viven en el piso mas bajo de la sociedad: indígenas que hasta en eso son menoscabados al enviarles especialistas de segunda.
Total, si de por sí la pobreza no acaba con ellos, que sea la enfermedad la que los suprima de las alegres estadísticas oficiales.
Por otro lado parece evidente que la infraestructura de la salud pública es insuficiente. Falta de personal, de recursos humanos y materiales. Corruptelas en todos los niveles -desde el empresario que evita el pago de la seguridad social de sus trabajadores- hasta el médico que sí, se roba una jeringa o unas gasas para su consultorio privado (Sí roba pero poquito como dijo hace unos días un ex alcalde en Nayarit)
Sumemos a lo anterior mmm... el grado de satisfacción de un profesional de la medicina (ojo, dije profesional, no "profesionista") en la sanidad pública. Hay que lidiar con hospitales saturados, carencia de suplementos (si estuviéramos en Venezuela sería noticia mundial por supuesto) y con sobrecarga de trabajo que muchas veces no es posible desahogar en un turno laboral. De ahí que casi siempre es necesario trabajar en mas de una institución para medio ir sobreviviendo el mes ¿Acaba uno cansado y eso repercute en la calidad de la atención? ¡Obviamente que sí! Por mas vocación que uno tenga somos seres normales con carencias, gastos y necesidades comunes. Si no fuera así no habría que agregar el gasto en uno que otro curso o congreso (los de anestesia en México no son nada, pero nada baratos) mas el permiso o los permisos en el trabajo que significa ausentarse para acudir a dicho curso. Y si no hay quien lo supla a uno (que no hay) la cosa se complica obviamente mas...
Desde luego, también hay mucho de mala leche en descalificar de un plumazo a una institución completa como en este caso al IMSS, que a lo largo de sus 70 años de historia ha sido un fuerte puntal de la seguridad social en México.
No es ningún secreto que el IMSS ha sido pionero en la medicina mexicana. Fue ahí donde se realizaron entre otras, los primeros trasplantes en nuestro país. Ahí se han formado decenas de generaciones de especialistas altamente preparados no sólo mexicanos sino extranjeros que en muchos casos además de recibir su formación, también han recibido la oportunidad -cada vez mas escasa en este país- de la seguridad laboral.
No es poca cosa haber sobrevivido a tantos años de embates de todo tipo -desde desastres naturales y afanes privatizadores- gracias, en mucho, al probado compromiso social de sus trabajadores.
No olvidemos que vivimos en un país donde es perfectamente posible que cualquier hijo de vecino oferte la cura del cáncer (o de cualquier cosa, total...) con magnetos o bicarbonato y se haga rico impunemente mientras que un especialista fruto de una década de severa formación académica y hospitalaria vaya a la cárcel sin que se le pruebe culpa alguna. Eso no es justicia ni aquí ni en China.
Ojalá la misma enjundia con que se le exigen resultados al técnico del equipo mexicano de futbol sirviera para censurar los gastos obscenos del gobierno. ¿Ejemplos? El avioncito presidencial de Enrique Peña Nieto que supera los 7500 millones de pesos (mas de 440 millones de euros según mis cálculos mas recatados)
¿No serviría tanto dinero para pagarnos la inscripción a algún curso? ¿O para mejorarnos un poquito el sueldo? ¿Para que trabajásemos en un hospital en el que en este día, no cabe un paciente mas?
Ojalá también llegue el día en que asi como se busca por todos los medios dar a conocer lo que se hace mal en las instituciones de salud, también se haga hasta lo imposible por dar a conocer lo bueno, por agradecer.
Ojalá nuestra gente, nuestros pacientes y derechohabientes fueran igual de exigentes con su diputado, senador o parásito político cualquiera que como lo son con un médico que ha dejado buena parte de su vida en ese hospital sin mayor satisfacción que la de haber hecho el bien...
Como médico con frecuencia siento verdadera desolación de aprender de la parte oscura de la naturaleza humana. No hay en la naturaleza ser tan cuidadosamente evolucionado como el hombre y a la vez, tan salvajemente cruel con su semejante y con el resto de la creación. El universo y la estupidez -cuentan que decía Einstein- son infinitos..."y del universo, no estoy tan seguro".
La ingratitud también es infinita, y tristemente al igual que la estupidez, son conductas exclusivas del género humano.
Todos los días sin embargo, confío en hacer lo mejor a mi alcance por mis pacientes.
Ojalá #YoSoy17 logre el objetivo de evitar que se criminalice la conducta terapeútica de los médicos que atendieron al menor fallecido. Ojalá el dolor no se vuelva en la familia (como decía Tagore) en un cuchillo sediento de sangre...
Somos médicos
No somos dioses
No somos asesinos
#YoSoy17